La procesión entró por la Puerta de Perugino, la más cercana a Santa Marta.
Antes de ingresar, el automóvil Fiat 500 de Francisco se detuvo brevemente para saludar, como de costumbre, a la policía.
Hacia el mediodía italiano, el Pontífice se asomó desde un pequeño balcón del policlínico Gemelli con motivo del Angelus dominical.
Fue su primera aparición pública desde su hospitalización el 14 de febrero.
«Doy gracias a todos, saludo a esta señora de las flores amarillas», fueron sus primeras palabras, pronunciadas desde un micrófono, sentado en su silla de ruedas.
Luego Francisco bendijo a la multitud de fieles.
Parecía cansado, pero sonrió y le agradeció con un gesto de pulgar hacia arriba.
Francisco, al salir de Gemelli, se dirigió hacia Santa Maria Maggiore, la basílica donde suele acudir a rezar antes y después de los viajes y en ocasiones importantes. A su llegada a la iglesia romana fue recibido con coros y aplausos.
Allí el pontífice dejó un ramo de flores en señal de agradecimiento a la Virgen tras su larga hospitalización. Se lo entregó al cardenal Rolandas Makrickas, arcipreste coadjutor de la Basílica, para que lo colocara ante el icono de la Virgen Salus Populi Romani.
«Cuídate, Francisco», fueron las palabras de los fieles visiblemente sorprendidos por la llegada del Papa.
Al poco tiempo se agolparon junto a las barreras dispuestas por la policía, sin saber quién llegaba. «El Papa, el Papa viene», les advirtieron. Y así, móvil en mano, quisieron inmortalizar el momento.
Francisco nunca salió del coche y sólo se detuvo unos minutos para orar, luego la procesión reanudó su camino hacia el Vaticano.
«No lo puedo creer, realmente era el Papa», sonrieron algunas jóvenes. © ANSA
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