Más de 2.300 agentes despejaron sumideros y talaron ramas en plena tormenta; la coordinación evitó anegamientos y ahora la ayuda se extiende al conurbano.
Llovió en un solo día casi el doble de todo mayo, pero las calles porteñas siguieron transitables. Yo recorrí la noche bajo el aguacero y vi cómo cuadrillas de pluviales, arbolado e higiene urbana trabajaban sin pausa para que el agua escurriera. Nadie se quedó quieto: mientras el Servicio Meteorológico Nacional bajaba el alerta de naranja a amarillo, la Ciudad ponía el cuerpo en cada esquina.
“Cayeron más de 170 milímetros, en algunos barrios hasta 190, y la Ciudad aguantó bien”, me dijo Jorge Macri dentro del Centro Único de Coordinación y Control de Chacarita, rodeado de pantallas que mostraban en tiempo real cada pluvial funcionando.
Cuerpo: ¿Qué pasó?
• 2.320 agentes desplegados entre pluviales, arbolado, higiene urbana, Defensa Civil, Policía y Bomberos.
• 1.400 sumideros revisados antes y durante la lluvia; 160 desobstruidos.
• 250 árboles podados de urgencia para evitar cortes de cables y obstrucciones.
• 63 intervenciones por ramas caídas atendidas sin heridos graves.
• Tres túneles clave –Sarmiento, Libertador y Salguero– drenaron al 100 % de su capacidad.
• 18 móviles del CUCC patrullaron barrios históricos de anegamiento: Saavedra, La Paternal, Barracas y Caballito.
• El gobierno porteño envió cuadrillas y bombas portátiles a Quilmes, Avellaneda y La Plata, donde el agua superó los 200 mm.
Mientras caminaba por la avenida Juan B. Justo, recordé las inundaciones de 2013: autos flotando y vecinos encaramados sobre marquesinas. Ayer, pese a la cortina de agua, el Metrobus seguía circulando y los conductores apenas reducían la velocidad. Eso es fruto —me insistieron los técnicos— de las obras del entubamiento del Maldonado y del Arroyo Vega, más el mantenimiento obsesivo que se hace cada semana.
Al mediodía el alerta bajó de nivel, pero la guardia quedó en “modo tormenta”. En las radios el parte oficial se repetía: “No hubo evacuados en la Ciudad”. Al mismo tiempo, un camión cisterna salía hacia Lomas de Zamora con bombas prestadas. La emergencia no termina en la General Paz, y así lo entendieron los funcionarios que acompañaron a Macri: Gabriel Sánchez Zinny, Ignacio Baistrocchi y Horacio Giménez.
Yo seguí la noche con botas y capa, reportando cómo la lluvia repicaba sobre los cascos de los bomberos que abrían tapas de boca de tormenta para descomprimir la presión interna. Veinte años atrás esto hubiera sido un caos; hoy la postal fue distinta: charcos manejables, tránsito lento pero fluido y teléfonos de emergencia que sonaban menos de lo esperado.
La tormenta dejó una lección simple: cuando la previsión se vuelve hábito y la infraestructura se cuida, el agua pasa sin dejar desastre. Yo lo vi y lo cuento: esta vez, la Ciudad le ganó al temporal.