
Una pelea callejera a plena luz del día paralizó el tránsito en una de las arterias más transitadas de Palermo. Todo comenzó con un control de alcoholemia que terminó desbordado por insultos, agresiones y trompadas en medio de la avenida Juan B. Justo.
Se nos volvió inmanejable la situación. No solo venían alcoholizados, sino que también estaban completamente fuera de control, afirmó uno de los agentes de tránsito que participó del operativo, visiblemente molesto por lo sucedido.
Eran las 7:10 de la mañana cuando el silencio de un domingo que todavía no arrancaba se rompió con insultos, gritos y golpes en la intersección de las avenidas Juan B. Justo y Córdoba.
Agentes de tránsito de la Ciudad realizaban un control de alcoholemia rutinario en el corredor del Metrobús cuando detuvieron un Volkswagen Suran.
Lo que parecía ser un procedimiento más terminó siendo una escena de violencia callejera con tres hombres peleando a golpes en plena vía pública.
El conductor y el acompañante del vehículo fueron sometidos al test de alcoholemia, arrojando ambos resultados positivos.
Según el relato de los efectivos, el acompañante —y dueño del vehículo— reaccionó con furia tras conocer los resultados. “Ya venía de hace rato insultando a todos. No se podía ni hablar. Estaba fuera de sí”, contó uno de los agentes, que además remarcó que el nivel de agresividad fue creciendo minuto a minuto.
Mientras los inspectores intentaban continuar con el procedimiento, un tercer hombre, presuntamente salido de un boliche cercano, se acercó curioso para observar y consultar cómo se desarrollaba el operativo.
Tenía evidentes signos de intoxicación alcohólica y no parecía tener relación con los otros involucrados, pero su presencia alteró aún más los ánimos. “Solo preguntó cómo era el trabajo. El otro saltó, lo quiso callar y ahí volaron las piñas”, relató otro agente.
La tensión escaló sin freno. En pocos segundos, los tres hombres se enfrascaron en una pelea a puño limpio, primero en la vereda, después directamente en medio de la avenida.
Los vehículos que circulaban por Juan B. Justo tuvieron que maniobrar de forma brusca para esquivarlos. Algunos conductores frenaron atónitos, otros grabaron con sus celulares la secuencia digna de una escena cinematográfica, pero peligrosa y lamentable en la realidad.
Minutos después, patrulleros de la Policía de la Ciudad llegaron al lugar para controlar la situación. A pesar de los esfuerzos por separarlos, los efectivos debieron usar fuerza moderada para reducir a los agresores, que no dejaban de gritar ni aún esposados. “No medían consecuencias, estaban totalmente sacados”, contó un oficial de la Comisaría Vecinal 14B.
Mientras los insultos seguían y la tensión se extendía, una grúa del Gobierno de la Ciudad retiró el vehículo, que fue llevado al playón de infractores. El tránsito, que había quedado interrumpido durante al menos treinta minutos, fue liberado una vez que se restableció el orden.
Los tres individuos fueron demorados y trasladados a la seccional correspondiente, donde se les labraron actuaciones por alteración del orden público, resistencia a la autoridad y conducción en estado de ebriedad, en el caso del conductor. También se les impusieron sanciones económicas y la retención de la licencia de conducir.
Este episodio refleja una problemática que no cesa: el consumo excesivo de alcohol combinado con la conducción de vehículos, una mezcla explosiva que puede derivar no solo en accidentes, sino también en situaciones de violencia extrema como la registrada este domingo en Palermo.
Según datos oficiales del Gobierno porteño, solo en el primer semestre de 2025 se realizaron más de 38.000 controles de alcoholemia, con un índice de positividad superior al 4%.
Desde la Secretaría de Transporte porteña remarcaron que seguirán intensificando los controles, especialmente en zonas cercanas a bares y boliches. “Queremos evitar tragedias. Cada control evita un posible siniestro”, afirmaron en un comunicado.
Vecinos de la zona comentaron que los fines de semana las escenas de personas alcoholizadas son moneda corriente, y reclamaron mayor presencia policial. “Esto no es nuevo. Pasa siempre y nadie hace nada hasta que alguien termina herido o muerto”, expresó un comerciante de la zona.
Este hecho puntual no solo expone un problema de convivencia urbana, sino también la falta de conciencia sobre el peligro de conducir bajo los efectos del alcohol.
No hay tolerancia posible frente a estas conductas. La violencia, el descontrol y la imprudencia no pueden formar parte del paisaje habitual de una ciudad que busca ser moderna y segura.