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Investigan a un colegio de Palermo tras explosión que dejó tres heridos graves

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Un experimento escolar terminó en tragedia en el barrio de Palermo. Tres adolescentes de entre 13 y 16 años sufrieron graves quemaduras en la cara y el pecho tras la explosión de una práctica química en el Colegio Guadalupe, durante una feria de ciencias.

El hecho, que recordó el reciente accidente en Pergamino, volvió a encender las alarmas sobre los protocolos de seguridad en instituciones educativas.

Fue una escena dantesca, los chicos corriendo envueltos en llamas y los docentes intentando apagar el fuego con sus guardapolvos, relató una madre testigo del hecho.

El pánico se apoderó del salón de actos del colegio, mientras personal del SAME y bomberos trabajaban para asistir a los heridos.

El accidente ocurrió este jueves por la mañana en el tradicional Colegio Guadalupe, ubicado en el corazón del barrio de Palermo.

En el marco de una feria de ciencias, un grupo de estudiantes realizaba el popular experimento del “volcán”, una práctica que busca simular una erupción química mediante la combinación de alcohol, azufre, carbón y sales.

Sin embargo, algo salió mal: una mezcla incorrecta y la cercanía con una fuente de calor provocaron una fuerte explosión que alcanzó a varios alumnos.

Tres adolescentes —de 13, 14 y 16 años— resultaron con quemaduras de diversa consideración, principalmente en el rostro y el pecho.

El más afectado, identificado como Lucas Castillo, cursa cuarto año y fue trasladado de urgencia al Hospital Fernández, donde permanece internado con pronóstico reservado.

Otros dos menores fueron derivados al Hospital Gutiérrez, mientras que una madre y un estudiante más recibieron asistencia del SAME por lesiones leves.

“Se prendió fuego de pies a cabeza”, contó conmocionado otro alumno, Federico, que presenció el momento de la explosión.

“Fue todo muy rápido, nadie entendía qué estaba pasando. Un profesor intentó apagarlo con su guardapolvo, pero el alcohol seguía prendido. Otro se tiró encima para ayudarlo. Fue desesperante”.

Los testigos coincidieron en que la falta de medidas de seguridad fue determinante. Según relataron, no había matafuegos a la vista ni personal especializado supervisando la manipulación de materiales inflamables.

“Nuestro profesor se escondió”, denunció Federico ante las cámaras de televisión, visiblemente indignado. “El que se la jugó fue otro docente, que no tenía nada que ver con el experimento”.

Por su parte, María Cornejo, madre de una alumna, sostuvo que la escena fue “impactante”:

“Estábamos con los chicos del primer año mostrando los experimentos cuando todo se prendió fuego. En segundos hubo gritos, humo y corridas. Algunos padres tratamos de ayudar, pero fue terrible ver a los chicos llorando, en shock. Necesitamos que alguien se haga responsable”, expresó en diálogo con LN+.

El SAME y los Bomberos de la Ciudad llegaron al lugar minutos después. Las ambulancias se desplegaron en la puerta del colegio sobre la calle Paraguay, mientras la comunidad educativa era evacuada por precaución.

Las autoridades escolares suspendieron las actividades y prometieron una investigación interna para determinar qué falló en la manipulación de los químicos.

El accidente del Colegio Guadalupe no es un caso aislado. Apenas cinco días antes, en el Instituto Comercial Rancagua de Pergamino, una explosión durante el mismo experimento dejó diez estudiantes heridos, entre ellos una niña de diez años que continúa internada y podría perder un ojo.

Ambos sucesos tienen un denominador común: el uso de alcohol etílico en ambientes cerrados y sin las condiciones adecuadas de ventilación o seguridad.

En muchos casos, los docentes y estudiantes reproducen tutoriales de internet sin comprender los riesgos de mezclar materiales inflamables.

Según expertos en educación y seguridad escolar, este tipo de experimentos debería realizarse con supervisión técnica y equipamiento de laboratorio, nunca en un aula común o durante actividades masivas como ferias.

“El alcohol es altamente volátil; un simple encendedor o una lámpara cercana pueden generar una reacción en cadena”, advirtió un químico consultado por este medio.

El Ministerio de Educación porteño inició una investigación para determinar si la institución contaba con los permisos necesarios y si cumplía los protocolos de seguridad exigidos.

En tanto, la comunidad educativa exige medidas preventivas y capacitaciones urgentes para evitar nuevas tragedias.

Los familiares de los estudiantes internados manifestaron su indignación por la falta de control. “Nadie nos explicó cómo podía pasar algo así en una escuela con tanta historia.

Es un colegio privado, con recursos. No puede ser que jueguen con la vida de nuestros hijos”, dijo uno de los padres en la puerta del Hospital Fernández.

En redes sociales, la noticia generó un fuerte impacto. Cientos de usuarios reclamaron que se revisen los protocolos de seguridad y que se establezcan límites más claros sobre los experimentos que se permiten en las ferias escolares. “La ciencia en las escuelas es fundamental, pero sin medidas adecuadas se convierte en un riesgo”, escribió una docente en X (ex Twitter).

Mientras tanto, los tres adolescentes permanecen internados bajo observación. El estado de Lucas, el más comprometido, mantiene en vilo a toda la comunidad educativa. Sus compañeros, en tanto, organizaron una cadena de oración y un pedido de donación de insumos médicos.

Como periodista y ciudadano, no puedo dejar de pensar en la fragilidad de esos minutos donde la curiosidad y la falta de previsión se cruzan con el peligro.

La ciencia es una herramienta poderosa, pero en manos inexpertas puede convertirse en tragedia. Lo ocurrido en el Colegio Guadalupe debería marcar un antes y un después en la forma en que las escuelas abordan la experimentación científica: con respeto, con seguridad y con la responsabilidad que exige cuidar la vida de nuestros chicos.