
La captura de un hombre conocido como “Chatrán” reactivó una investigación que mantenía en vilo a los vecinos del barrio 1-11-14.
Yo mismo pude reconstruir, paso a paso, cómo un sospechoso que intentó esconderse cambiando de domicilio terminó cayendo en un operativo quirúrgico de la Policía de la Ciudad, vinculado no sólo a un intento de homicidio reciente, sino también a un viejo expediente por robo agravado que lo perseguía desde la Provincia de Buenos Aires.
Sabíamos que no iba a irse lejos, siempre vuelve al mismo territorio, me confió una fuente allegada a la investigación, un detalle que terminó siendo clave para acotar el radio de búsqueda en un barrio donde las calles y pasillos suelen transformarse en un laberinto perfecto para quienes intentan fugarse sin dejar rastro.
Según lo que pude reconstruir, el operativo que permitió detener a “Chatrán”, un hombre peruano de 40 años, fue el resultado de semanas de seguimiento silencioso.
La División Homicidios de la Policía de la Ciudad había recibido la orden formal de allanar su nuevo domicilio, una vivienda dentro del mismo barrio 1-11-14, aunque en un sector distinto al que frecuentaba, buscando precisamente despistar a quienes lo seguían.
La disposición judicial provenía del Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional 23, y respondía a la causa que lo tiene imputado por tentativa de homicidio.
El hecho investigado se remonta al 26 de febrero de este año. Ese día, un llamado al 911 alertó sobre un hombre herido en uno de los márgenes del barrio.
Cuando la Unidad Táctica de Pacificación (DUTP) llegó al lugar, encontró tendido en el suelo a Darío Lionel Pereyra, también de 40 años.
La víctima presentaba una grave herida en la zona intestinal, con orificios de entrada y salida, producto de un disparo a muy corta distancia.
Fue trasladado de urgencia al hospital Piñero, donde se confirmó la gravedad del cuadro. A partir de ese momento, los investigadores comenzaron a reconstruir los movimientos previos y posteriores al ataque, llegando de inmediato al apodo que se repetía entre los vecinos: “Chatrán”.
Lo que supe es que, lejos de abandonar el barrio, el sospechoso había optado por trasladarse dentro del mismo asentamiento, aprovechando la complejidad urbanística de la zona para esconderse.
Pasillos internos, viviendas superpuestas y una circulación casi subterránea entre manzanas le habían permitido ganar tiempo.
Sin embargo, los investigadores de Homicidios no resignaron la búsqueda y, tras recopilar datos sobre movimientos, horarios y vínculos, pudieron determinar con precisión el sitio donde se refugiaba.
El allanamiento se llevó a cabo sin incidentes mayores. Una vez reducido “Chatrán”, los oficiales secuestraron su teléfono celular y documentación clave vinculada a un Volkswagen Gol: título, cédula, formulario y llaves de ignición.
Según los detectives, ese vehículo tendría relación directa con los hechos del 26 de febrero, ya sea como medio de escape o como soporte logístico del ataque.
La Justicia ahora deberá contrastar esa información con registros fílmicos, antenas de telefonía y posibles testigos que puedan aportar más claridad.
Pero la detención trajo consigo un elemento adicional que no pasó desapercibido. Sobre el hombre pesaba también un requerimiento por rebeldía emitido por el Tribunal Oral 4 del Departamento Judicial de Lomas de Zamora.
Allí se lo acusa de un robo agravado en poblado y en banda, un delito que suele ubicarse entre los de mayor peligrosidad por el nivel de violencia que implica la actuación organizada de más de una persona.
Ese expediente, sumado a la tentativa de homicidio, configura un cuadro judicial complejo que anticipa un proceso largo y con múltiples derivaciones.
Desde que quedó detenido, “Chatrán” permanece incomunicado, tal como lo dispuso la magistratura. En este tipo de causas, ese paso es habitual para evitar posibles contactos que puedan entorpecer la investigación o alertar a eventuales cómplices.
Mientras tanto, la Policía de la Ciudad continúa realizando peritajes sobre los elementos secuestrados, especialmente el celular, que podría aportar información clave para reconstruir movimientos previos, comunicaciones y relaciones con otros actores del barrio.
Al hablar con vecinos de la zona, percibí una mezcla de alivio y preocupación. Alivio, porque la violencia del ataque había dejado en shock a muchos de ellos.
Preocupación, porque sienten que episodios como estos forman parte de una cadena más amplia que supera el hecho puntual.
En un territorio donde conviven familias, comercios y organizaciones, la presencia de individuos con causas abiertas por delitos graves profundiza la sensación de vulnerabilidad.
Con la detención de “Chatrán”, al menos una parte del rompecabezas empieza a ordenarse, aunque todavía resta que la Justicia avance sobre cada una de las causas que lo involucran.



