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Buenos Aires paga y reduce su deuda: el menor nivel en 15 años

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La Ciudad Autónoma de Buenos Aires abonó USD 330 millones correspondientes a la primera cuota de la serie 12 del Programa CABA 27. Con esta operación, la deuda porteña cae un 65% respecto a 2017 y marca un hito histórico en sostenibilidad fiscal.

Esta semana, el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires cumplió con el pago de USD 330.012.000 correspondiente a la primera cuota de amortización del Programa de Asistencia Financiera (CABA 27), confirmando una política firme de responsabilidad fiscal que ya redujo la deuda porteña en un 65% respecto a su pico de 2017. Con este desembolso, el stock total de deuda se ubica en USD 1.211 millones, el nivel más bajo en los últimos 15 años.

“Tenemos un compromiso claro con la sustentabilidad fiscal y con el respeto a los contratos. Esta política nos permite mantener la reputación crediticia de la Ciudad y acceder a los mercados internacionales aun en contextos adversos”, afirmó un alto funcionario del Ministerio de Hacienda porteño.

Como periodista que sigue de cerca la evolución financiera de la Ciudad, no puedo dejar de destacar que esta operación de pago —USD 296.637.000 de capital y USD 33.375.000 de intereses— no es un hecho aislado. Forma parte de una estrategia estructural que ha colocado a Buenos Aires entre los mejores perfiles de crédito del país.

El proceso no fue casual. En los últimos años, la administración porteña ha avanzado en una serie de decisiones que marcaron el rumbo de una gestión financiera más austera y previsible. Entre ellas:

  • Reducción drástica del stock de deuda: Desde los USD 3.442 millones en 2017 hasta los actuales USD 1.211 millones.

  • Baja histórica del peso de los intereses en el presupuesto: Solo el 0,9% en la actualidad, frente al 9,4% que representaban en 2019.

  • Administración proactiva de pasivos: Reestructuraciones anticipadas, mejor balance entre monedas y eliminación de presiones a corto plazo.

  • Cumplimiento constante: En 2001, en plena crisis, la Ciudad no entró en default. En 2020, cuando muchas provincias renegociaban, Buenos Aires continuó pagando en tiempo y forma.

Estas acciones permitieron mantener la credibilidad ante inversores nacionales e internacionales, en un país donde los incumplimientos han sido más la norma que la excepción.

Según datos oficiales, la Ciudad se encuentra hoy en una posición de fortaleza sin precedentes recientes. El crédito sigue abierto para Buenos Aires, algo que no pueden decir muchas jurisdicciones argentinas, incluso en momentos de mayor bonanza.

Y hay otro dato que me resulta clave: el esfuerzo en reducir la carga de intereses sobre el presupuesto. Pasar del 9,4% en 2019 al 0,9% en 2025 no solo habla de una gestión eficiente, sino también de una mayor capacidad del Estado porteño para redirigir esos recursos a políticas públicas esenciales, como infraestructura, salud o educación.

Este marco de confianza, además, se traduce en beneficios concretos para la ciudadanía. Cuando una ciudad mejora su reputación financiera, bajan los costos del financiamiento y aumentan las posibilidades de desarrollo sostenido.

Buenos Aires parece haber entendido que la solidez fiscal no es un fin en sí mismo, sino una herramienta para brindar mejores servicios y garantizar previsibilidad. En tiempos de inestabilidad, este tipo de noticias devuelven algo de certidumbre. Y eso, en la Argentina de hoy, vale oro.