
Cada año, miles de computadoras, televisores, celulares y electrodomésticos en desuso terminan en la basura sin el tratamiento adecuado, liberando sustancias tóxicas y desperdiciando materiales valiosos.
En la Ciudad de Buenos Aires, el programa de recepción de Residuos de Aparatos Eléctricos y Electrónicos (RAEEs) busca revertir esa tendencia con una estrategia sustentable que combina reciclaje, concientización y participación ciudadana.
Cada equipo que se recicla correctamente evita la contaminación del suelo y del agua, además de recuperar metales y plásticos que pueden volver a la industria, destacan desde la Agencia de Protección Ambiental (APrA), organismo que coordina el programa junto a la Secretaría de Ambiente porteña.
En la Ciudad, los vecinos pueden llevar sus residuos electrónicos a los Puntos Verdes Móviles y Puntos Verdes Fijos con atención personalizada, donde personal especializado recibe, clasifica y gestiona los aparatos en desuso.
Computadoras, celulares, electrodomésticos pequeños, impresoras, monitores, cables y hasta juguetes eléctricos forman parte del amplio listado de dispositivos que pueden ser entregados.
Una vez recibidos, los equipos son trasladados a plantas donde se separan sus componentes. Según datos oficiales, los RAEEs están compuestos en un 72% por materiales reciclables, como plásticos, metales ferrosos, preciosos y vidrio; un 25% por materiales reutilizables, como cables, motores, fuentes o imanes; y un 3% de residuos peligrosos, entre ellos tubos de rayos catódicos, plaquetas de circuitos integrados y gases refrigerantes.
Este tratamiento evita que los contaminantes como el mercurio, el plomo o el cadmio —presentes en pequeñas cantidades— se filtren en el ambiente.
Al mismo tiempo, promueve la economía circular, una tendencia global que busca reducir el desperdicio y dar nueva vida a los materiales que ya existen en el circuito productivo.
La Ciudad de Buenos Aires se ha posicionado como referente regional en materia de reciclaje electrónico. Los Puntos Verdes Móviles recorren semanalmente distintos barrios, acercando la posibilidad de reciclar a los vecinos.
Además, varios centros comerciales, universidades y empresas privadas actúan como puntos de recepción aliados, lo que amplía la red y facilita la participación ciudadana.
De acuerdo con la Agencia de Protección Ambiental, en 2024 se recuperaron más de 250 toneladas de residuos electrónicos en los puntos habilitados.
Cada kilogramo recuperado equivale a una menor extracción de recursos naturales, un ahorro energético y la disminución del impacto ambiental.
“Los residuos electrónicos son una fuente de recursos valiosos. Si los reciclamos, reducimos la necesidad de explotar minas, fabricar nuevos materiales y generar emisiones innecesarias”, explicó una ingeniera ambiental que trabaja en el programa desde sus inicios.
El proceso también tiene un costado social: muchas de las partes recuperadas son reacondicionadas y reutilizadas por emprendimientos locales y cooperativas que ensamblan computadoras o fabrican piezas de uso industrial.
Así, la política pública no solo contribuye al cuidado del ambiente, sino que también fomenta el trabajo verde y la inclusión laboral.
El 14 de octubre se conmemora el Día Internacional de los Residuos de Aparatos Eléctricos y Electrónicos (RAEEs), impulsado por la WEEE Forum, una organización internacional que agrupa a entidades dedicadas al reciclaje electrónico.
Este día busca visibilizar la magnitud del problema: según la ONU, el mundo genera más de 62 millones de toneladas de basura electrónica por año, pero menos del 20% se recicla adecuadamente.
En Argentina, la generación anual de RAEEs ronda las 10 kilotoneladas, y gran parte de esos desechos termina en basurales a cielo abierto o rellenos sanitarios, donde sus componentes tóxicos pueden permanecer activos durante décadas.
Frente a este panorama, las ciudades con programas locales de recolección, como Buenos Aires, marcan una diferencia significativa.
Además de la infraestructura física, la clave está en la educación ambiental. Campañas como “BA Recicla” o los talleres en escuelas públicas y privadas apuntan a crear conciencia desde edades tempranas.
En muchos casos, los chicos se convierten en los principales promotores del cambio dentro de sus hogares, incentivando a sus familias a separar residuos y acercarlos a los puntos de recepción.
En este sentido, la Ciudad también impulsa el Sello Verde, una certificación que reconoce a las empresas y organizaciones que implementan prácticas sostenibles en la gestión de sus residuos, incluyendo los electrónicos.
El futuro del reciclaje electrónico
El desafío hacia adelante es ampliar la capacidad de recolección y procesamiento. Las nuevas generaciones de dispositivos —celulares más livianos, tablets ultradelgadas, artefactos inteligentes— presentan mayores dificultades técnicas para su desarme y separación de materiales, lo que requiere inversiones constantes en tecnología y capacitación del personal.
Al mismo tiempo, la digitalización del consumo multiplica el volumen de aparatos descartados. Frente a ello, el Gobierno porteño trabaja en alianzas público-privadas para fortalecer la red de reciclaje y desarrollar plataformas digitales de trazabilidad, que permiten seguir el recorrido de cada aparato desde que se descarta hasta su reinserción productiva.
“Cuidar el ambiente es también cuidar la tecnología que usamos y cómo la desechamos. Cada celular o monitor que reciclamos es un gesto concreto hacia un futuro más sustentable”, resumen desde el programa, en el marco de una política que combina innovación, educación y responsabilidad ambiental.
El reciclaje de residuos electrónicos no es solo una cuestión de gestión urbana: es una apuesta a largo plazo por un modelo de ciudad más consciente, moderna y sostenible.
La responsabilidad es compartida, y cada acción —por pequeña que parezca— suma en la construcción de un futuro donde la tecnología y el ambiente puedan convivir en equilibrio.
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