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Declararon a Fernando Signorini personalidad destacada del deporte

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Fernando Signorini no fue simplemente el preparador físico de Diego Maradona; fue su sombra, su guía, su sostén en las victorias más memorables y en los momentos más oscuros.

En reconocimiento a su trayectoria, la Legislatura porteña lo distinguió como Personalidad Destacada en el ámbito del Deporte. Un homenaje que trasciende los aplausos para abrazar una vida de compromiso, ética y amor por el fútbol.

Yo nunca hago para recibir algo a cambio. Me premian por lo que me gusta hacer. Esto es una maravillosa excusa para ser feliz, ayudar a los padres y a los chicos y al deporte, expresó Signorini con humildad, durante el acto realizado en el Salón Dorado de la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires.

La ceremonia, cargada de emotividad, contó con la presencia de los legisladores Berenice Iañez —autora del proyecto—, Juan Pablo O’Dezaille —coautor—, y Maia Daer. Todos coincidieron en destacar la figura de Signorini como referente no solo en lo deportivo, sino en lo ético, en lo humano.

“Sos el profe de todos nosotros, sos muy inspirador en pelear con esas injusticias”, señaló Iañez, en un discurso que rescató la dimensión política y social del homenajeado.

“Cuidaste al Diego, ¿cómo no pelear contra las injusticias cuando lo levantaste?”, agregó, reivindicando su rol en la historia del fútbol argentino.

Juan Pablo O’Dezaille habló de un “acto de justicia y de amor”, palabras que resonaron con fuerza entre los presentes. Y no fue una frase vacía: la carrera de Signorini siempre se diferenció por su defensa intransigente de los valores del deporte.

La diputada Maia Daer, por su parte, celebró su influencia: “Estamos acá porque tenemos una persona que sigue guiándonos a los dirigentes. Hablar del deporte para generar igualdad de condiciones es la discusión. Tenemos que ser nosotros quienes abramos las puertas”.

Fernando Signorini nació en Lincoln, en 1950, y su vocación por la educación física lo condujo desde el fútbol del interior bonaerense hasta los vestuarios más icónicos del mundo.

En 1983, decidió partir a Europa con su compañera, empujado por un objetivo personal: conocer al Flaco Menotti, por entonces entrenador del FC Barcelona.

Persistente, asistió al Camp Nou durante tres semanas hasta que finalmente lo conoció. A partir de ahí, todo cambió.

Fue Menotti quien le permitió presenciar los entrenamientos del club catalán. Un 28 de junio de ese año, en una de esas jornadas, Signorini cruzó a Diego Maradona. Ese día nació una relación profesional y humana que duraría toda la vida.

Desde aquel primer encuentro, se volvieron inseparables. Signorini estuvo junto a Diego cuando Andoni Goikoetxea le destrozó el tobillo en septiembre de 1983, acompañándolo en su recuperación.

Estuvo también en el mundial de México ‘86, donde Argentina tocó el cielo con las manos. Vivió el infierno del doping del ‘94 y volvió a estar a su lado cuando Maradona fue entrenador de la Selección Nacional, en el Mundial de Sudáfrica 2010. No se trataba solo de entrenar. Se trataba de cuidar, de comprender, de sostener.

El “Profe”, como se lo conoce, no solo formó deportistas; formó personas. En 2014, publicó el libro Fútbol, un llamado a la rebelión. La deshumanización del deporte, una obra que expone su mirada crítica sobre el modelo deportivo contemporáneo.

Allí denuncia la mercantilización del fútbol y clama por un retorno a los valores humanos y colectivos del juego. El texto se convirtió en una referencia ética para muchas generaciones de entrenadores y periodistas deportivos.

El reconocimiento de la Legislatura porteña no es un acto más. Es, como bien lo expresó O’Dezaille, un acto de justicia.

Porque pocas veces el fútbol argentino ha sido tan coherente con sus valores como en la figura de Fernando Signorini. No es común encontrar en este ambiente a alguien que haya puesto su carrera, su voz y sus convicciones por encima del negocio y las luces.

A pesar de sus logros, Signorini siempre se mantuvo en un segundo plano. Nunca buscó los reflectores, incluso cuando su cercanía con Maradona lo catapultaba a la escena internacional. “Lo acompañé porque lo quise”, repite con frecuencia, haciendo de la sencillez un principio rector.

Su presencia fue vital no solo para el físico de Maradona, sino también para su estabilidad emocional. Y ese rol invisible, silencioso, fue quizá el más valioso.

La trayectoria de Signorini también incluye su paso como preparador en clubes y selecciones internacionales, siempre manteniendo la coherencia de sus principios.

Formó parte de cuerpos técnicos en México, Italia y Argentina, y ofreció charlas en universidades y congresos deportivos donde compartió su visión del deporte como herramienta de transformación social.

En un momento en que el fútbol parece perder el rumbo entre cifras millonarias, polémicas y escándalos, Fernando Signorini representa un faro.

Su historia no solo es la de un preparador físico excepcional. Es la de un hombre que entendió el deporte como un acto de dignidad, como una trinchera contra la injusticia, como un lugar donde, pese a todo, aún es posible creer.