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Dirigía robos desde la cárcel y cayó junto a su banda

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La División Delitos Contra la Salud y la Seguridad Personal de la Policía de la Ciudad logró detener a siete integrantes de una organización criminal que venía operando mediante falsas publicaciones en redes sociales para atraer a víctimas con productos tecnológicos a precios de ganga.

Pero el supuesto encuentro para la compra terminaba siendo una emboscada con armas de fuego en las inmediaciones de la Villa 15, también conocida como Ciudad Oculta.

El caso se inició con una orden de captura sobre un sospechoso con antecedentes por robo a mano armada, amenazas y lesiones.

El hombre fue detenido sobre la Avenida General Paz y se le secuestró su celular. Ese teléfono se transformó en la pieza clave para destapar una red que incluía al menos once hechos delictivos y contaba con la particularidad de estar coordinada desde la cárcel por un interno identificado como “Dylan”.

A partir de las intervenciones telefónicas ordenadas por la Justicia, los investigadores descubrieron que Dylan, alojado en el penal bonaerense de Melchor Romero, era quien orquestaba todo el esquema.

Junto a otro recluso, Enzo, creaban perfiles falsos de Facebook ofreciendo celulares de alta gama, consolas de videojuegos y otros productos a precios llamativamente bajos.

Una vez captado el comprador, se organizaba una cita en inmediaciones de la Villa 15. Allí, los cómplices de Dylan —identificados como Alan, “El Viejo”, “Papucho”, Ezequiel, “Leo” y Aaron— emboscaban a la víctima.

Los robos se realizaban siempre a mano armada, en muchos casos con violencia física, y se registraron varios episodios donde las víctimas sufrieron lesiones o fueron privadas ilegítimamente de la libertad.

Lo más llamativo para los investigadores fue la estructura de la banda: parecía una empresa criminal. Cada miembro tenía su función.

La hermana de Dylan, Nahiara, tenía a su cargo la coordinación externa: elegía a los cómplices que ejecutarían los robos, aseguraba la logística y actuaba como nexo entre los presos y los delincuentes en la calle.

Dylan, desde su celda, daba órdenes precisas, controlaba los movimientos en tiempo real y decidía qué hacer con el dinero y los objetos robados. En varias llamadas intervenidas, incluso definía los montos que debían quedarse sus cómplices y cuánto debía volver al “fondo” de la organización.

Los investigadores lograron vincular a la banda con al menos 11 hechos similares. Las víctimas coincidían en la modalidad: todas fueron citadas mediante perfiles falsos de redes sociales, la mayoría en la zona de Villa Lugano, y asaltadas por al menos dos delincuentes armados.

Uno de los robos más graves involucró a una joven de 19 años que fue golpeada y despojada de su celular, una mochila y $100.000 en efectivo.

Con todas las pruebas reunidas, el Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional N°6, a cargo de la Dra. María Alejandra Provitola, ordenó una serie de allanamientos en domicilios ubicados dentro de la Villa 15 y en el penal de Melchor Romero.

Como resultado, se logró la detención de los siete implicados y el secuestro de armas de fuego, celulares utilizados para cometer las estafas y dinero en efectivo. También se incautaron dispositivos con los que la banda se comunicaba desde la cárcel.

Una fuente de la investigación detalló: “No es el primer caso en que se detecta a presos organizando delitos desde penales, pero sí uno de los más complejos que hemos visto, por la cantidad de actores, su logística y el nivel de coordinación familiar.”

El caso vuelve a poner en foco la necesidad urgente de bloquear el uso de celulares en los penales, algo que fue prometido en distintas gestiones y que, pese a los esfuerzos parciales, sigue sin resolverse completamente.

Según datos del Ministerio de Justicia de la Nación, en lo que va del año se han secuestrado más de 4.500 celulares en cárceles federales y provinciales, muchos de ellos utilizados para estafas virtuales.

Además, la modalidad de estafa vía redes sociales con fines de robo físico es una tendencia en alza. Solo en el último año, la Policía de la Ciudad registró un aumento del 32% en este tipo de delitos, siendo Facebook Marketplace y grupos de compraventa en WhatsApp los canales más usados por los delincuentes.

La recomendación a los ciudadanos es no pactar encuentros en lugares poco concurridos y, en lo posible, cerrar operaciones en zonas videovigiladas o comisarías.

Historias como esta reflejan cómo el delito se adapta a los tiempos digitales y encuentra nuevas formas de captación.

Lo más alarmante no es solo que los delincuentes logren armar verdaderas estructuras desde contextos de encierro, sino que lo hagan valiéndose de herramientas que están al alcance de cualquiera.

Como periodista, me preocupa ver cómo la violencia muta y se esconde tras perfiles falsos, mientras las víctimas siguen sumando nombres y cicatrices.

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