
Con una mezcla de talento, innovación y orgullo porteño, un grupo de estudiantes del histórico Otto Krause logró lo impensado: conquistar el Torneo Internacional Intercolegial de Minecraft 2025, una competencia organizada por Globant que reunió a jóvenes de toda Latinoamérica.
Su creación —una pista de Fórmula 1 digital que recorre los íconos más emblemáticos de Buenos Aires— se impuso sobre decenas de propuestas por su creatividad, conciencia ambiental y diseño urbano.
Nos inspiramos en la ciudad que habitamos todos los días. Queríamos que el circuito reflejara no solo la velocidad y la precisión del automovilismo, sino también la identidad cultural y arquitectónica de Buenos Aires, contó Francisco Rafael Gomes Conte, uno de los integrantes del equipo, con la emoción aún a flor de piel tras el anuncio del primer puesto.

La competencia, impulsada por Globant bajo la consigna de promover el aprendizaje STEAM —ciencia, tecnología, ingeniería, arte y matemáticas—, desafió a estudiantes de Argentina, Chile, Colombia, México, Perú y Uruguay a diseñar un circuito callejero de Fórmula 1 dentro del universo Minecraft.
Pero no se trataba de una pista cualquiera: debía incorporar criterios de innovación, conciencia ambiental y trabajo en equipo, valores esenciales en la formación tecnológica contemporánea.
El proyecto ganador se destacó por su precisión técnica y su visión estética. La pista, diseñada completamente dentro del entorno de Minecraft Education Edition, comienza en la Avenida 9 de Julio, atraviesa el Teatro Colón y el Obelisco, toma la Diagonal Norte y finaliza en la Casa Rosada, integrando hitos históricos y arquitectónicos en una experiencia virtual inmersiva.
El recorrido también incluye el Cabildo, la Catedral Metropolitana y los inconfundibles jacarandás de la Avenida Alem, cuyas copas violetas fueron recreadas bloque a bloque por los alumnos.
Los seis estudiantes —Francisco Rafael Gomes Conte, Emma Iramain, Maycol Miguel James Marcos Quispe, Selena Mendoza, Mariano Rodríguez Genes y Valentino Veliz Barriento— trabajaron durante semanas bajo la guía de la docente Bárbara Iraola y la supervisión de la rectora Marisa Casares.
Desde la planificación inicial hasta la ejecución digital, el equipo articuló conocimientos de programación, diseño 3D y urbanismo, demostrando que el aprendizaje técnico puede ser una aventura creativa.
“Nos sorprendió el nivel de detalle que lograron, pero sobre todo la sensibilidad con la que representaron a Buenos Aires. Supieron combinar tecnología, patrimonio y sostenibilidad, algo poco habitual en este tipo de competencias”, destacó uno de los jurados internacionales del certamen.
El Minecraft Intercolegial 2025 no solo buscó premiar el talento, sino también fomentar una nueva forma de aprendizaje donde la tecnología se convierte en una herramienta de expresión y de trabajo colaborativo.
Globant, que impulsa esta iniciativa desde hace tres años, subrayó que más de 2.000 estudiantes de distintos países participaron en esta edición, consolidando a la región como un polo emergente de educación tecnológica y creatividad digital.
En el caso del Otto Krause, este triunfo reafirma la vigencia de una institución con más de 125 años de historia, pionera en la formación técnica argentina.
Desde su fundación en 1897, la escuela ha sido cuna de inventores, ingenieros y científicos que marcaron el desarrollo industrial y tecnológico del país. Hoy, con proyectos como este, demuestra que sigue adaptándose a los desafíos del siglo XXI.
El reconocimiento también pone en valor a la educación pública técnica de la Ciudad de Buenos Aires, que continúa formando jóvenes capaces de integrar saberes tecnológicos con pensamiento crítico y conciencia ambiental.
Los proyectos como este abren puertas hacia un futuro donde los videojuegos no son solo entretenimiento, sino plataformas de aprendizaje, simulación urbana y diseño sustentable.
Según datos del Ministerio de Educación porteño, más del 40% de las escuelas técnicas locales ya incorporan herramientas digitales y entornos de programación en sus programas pedagógicos.
El desafío, sostienen desde la cartera educativa, es continuar expandiendo el acceso a estas experiencias para reducir la brecha digital y potenciar la inclusión.
Como egresado del Otto Krause, confieso que me emociona ver a nuevas generaciones continuar ese legado con creatividad y visión de futuro.
Lo que antes se aprendía en laboratorios y tableros, hoy se construye con bloques virtuales, pero la esencia sigue siendo la misma: formar mentes curiosas, comprometidas y capaces de transformar la realidad. Y si ese camino empieza en un mundo de píxeles, bienvenido sea el futuro.



