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Palermo y San Telmo, epicentros del arte urbano de la Selección

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Tres años después de aquella noche interminable en Lusail, la selección argentina sigue jugando su partido más simbólico en otro escenario: el espacio público porteño.

A cada paso, en muros, persianas y medianeras, la tercera estrella reaparece como una marca indeleble que ya no pertenece solo a la memoria televisiva o al archivo digital, sino a la vida cotidiana de la Ciudad de Buenos Aires.

Al cumplirse un nuevo aniversario del 18 de diciembre de 2022, el Mundial de Qatar se revela como un relato que continúa escribiéndose en clave urbana.

“Estos murales no son solo imágenes: son memoria pintada”, podría resumir cualquier vecino que se detiene a mirarlos.

En este nuevo aniversario del triunfo frente a Francia, Descubrir BA propone un recorrido por algunos de los murales más representativos dedicados a la Selección, concentrados en el Microcentro, San Telmo y Palermo.

Obras que convocan a turistas y porteños, multiplican selfies y funcionan como estaciones emocionales de una épica colectiva. En ese itinerario se cruzan fútbol, identidad nacional y arte urbano, tres lenguajes profundamente arraigados en la cultura local.

El punto de partida obligado, por escala y potencia simbólica, está en la intersección de la avenida 9 de Julio y Belgrano. Allí, Martín Ron —uno de los muralistas argentinos con mayor proyección internacional— plasmó Puño en alto, una imagen monumental de Lionel Messi celebrando, con 35 metros de altura, que domina el paisaje del barrio de San Cristóbal.

La obra no solo se convirtió en una de las más fotografiadas del circuito, sino también en un nuevo hito visual de la ciudad, comparable con otros murales icónicos del arte callejero porteño.

“Los murales se caracterizan primero por la riqueza visual, por la historia que queremos contar y por el lugar estratégico en el que se ubican, porque se trata de pintura popular”, explicó Ron en más de una oportunidad.

Con más de 300 obras realizadas en distintos países, el artista señala que en este caso el desafío fue lograr una imagen reconocible a distancia, capaz de sorprender al transeúnte.

El gesto de Messi, puño cerrado y mirada firme, dialoga con otras representaciones históricas del fútbol argentino, como el Maradona de avenida San Juan, construido también a partir de una fotografía de festejo.

El recorrido continúa en Palermo, un barrio donde el diseño y la intervención artística forman parte del ADN urbano.

En Gorriti y Atacalco, Maic Bruera pintó Minuto 122:43, una referencia directa al instante decisivo de la final contra Francia.

La cifra, que para millones de argentinos quedó grabada a fuego, condensa el suspenso extremo, la tensión colectiva y ese segundo en el que todo parecía pender de un hilo.

A pocas cuadras, en Gorriti al 5300, el mismo artista firmó Esto es desahogo, un mural dedicado a Lionel Scaloni que traduce en imagen la liberación emocional tras la consagración, la calma posterior a la tormenta.

También en Palermo se destaca La esquina Messi, obra de Maxi Bagnasco, ubicada en Darwin y Gorriti. Allí, el capitán levanta la Copa del Mundo en una escena que ya forma parte del imaginario global del fútbol.

Bagnasco, reconocido por sus retratos hiperrealistas de figuras populares, logra una síntesis entre técnica, emoción y reconocimiento inmediato.

Muy cerca de allí, en Gurruchaga y El Salvador, Mauricio Pepey reunió a dos nombres inevitables en la historia argentina en Maradona + Messi (II), una composición que enlaza generaciones, debates y pasiones en un mismo plano visual.

El tramo final del recorrido conduce a San Telmo, donde los homenajes adquieren una impronta más barrial y cercana.

En Bolívar al 900, Mario Abad pintó el gesto del Topo Gigio, una celebración que remite a la picardía, la memoria popular y a un Messi que dialoga con la tradición futbolera argentina.

A pocas cuadras, en Humberto 1° al 475, el mismo artista realizó Di María, corazón, un tributo directo al autor de uno de los goles de la final y a una figura clave del ciclo campeón.

Desde que Argentina ganó el Mundial, hace ya tres años, la Ciudad sumó decenas de murales alusivos al triunfo. No hay cifras oficiales cerradas, pero relevamientos independientes estiman que solo en el área metropolitana se realizaron más de 50 intervenciones vinculadas a Qatar 2022.

Muchas surgieron de iniciativas privadas, otras de colectivos artísticos y algunas en articulación con programas culturales. Todas, sin excepción, comparten una misma lógica: fijar en el espacio público un acontecimiento que atravesó transversalmente a la sociedad.

Estos murales funcionan como marcas visibles de una experiencia compartida. No narran el partido minuto a minuto, sino lo que vino después: el desahogo, la alegría, la identificación y la apropiación colectiva del triunfo.

A tres años de Qatar, Buenos Aires se consolida como un museo a cielo abierto donde la épica futbolera ya forma parte del paisaje, y donde cada pared pintada confirma que la tercera estrella no solo se ganó en una cancha, sino que también se inscribió en la trama urbana de la ciudad.