
Con entrada libre, múltiples actividades y un entorno natural inigualable, el Jardín Botánico Carlos Thays y las reservas ecológicas de Buenos Aires ofrecen esta temporada una variada agenda pensada para chicos y grandes.
Ya sea con lupa en mano, binoculares o pinceles, la consigna es clara: redescubrir la naturaleza en pleno corazón urbano.
“Hay tanto para ver que uno siente que no alcanza una tarde sola”, se entusiasma Mariana, una visitante habitual del Jardín Botánico, que cada semana asiste con sus hijos a las actividades gratuitas del predio.
“Ellos juegan, aprenden y se conectan con el ambiente. Y todo esto sin pagar un peso. Es un planazo”, completa.
La Ciudad tiene la fortuna de contar con verdaderos pulmones verdes que no solo oxigenan el aire, sino que también enriquecen el alma.
El Jardín Botánico Carlos Thays —ubicado en el barrio de Palermo— es uno de los emblemas de esta propuesta que une naturaleza, educación y entretenimiento. Con entrada gratuita y una agenda completa, se presenta como un lugar ideal para toda la familia.
Los días martes y jueves de 14 a 16:30, el Botánico despliega una de sus propuestas más atractivas: la Expedición Botánica, una travesía con desafíos didácticos que culmina con la entrega de un diploma de explorador.
En paralelo, se puede visitar la Biblioteca Infantil de la Naturaleza, una joyita silenciosa donde los más chicos acceden a libros temáticos, cuentos y propuestas interactivas.
El mismo horario se repite los fines de semana, con el agregado de Jardín bajo la lupa, una actividad de observación donde las plantas revelan sus secretos más invisibles.
Además de su frondosa vegetación, el Botánico esconde espacios tan interesantes como el Centro de Interpretación, disponible de martes a viernes de 10:30 a 17:30 y los fines de semana desde las 9:30.
Allí, el Espacio Artístico invita a niños y adultos a pintar huellas de fauna nativa en un mural participativo, mientras que los juegos de mesa y una pantalla interactiva con trivias y desafíos amplían la experiencia educativa.
Lo notable de estas iniciativas es que están diseñadas para activar todos los sentidos. No es una visita pasiva: los chicos pintan, observan, recorren, hacen rompecabezas y memotests con especies autóctonas.
De martes a viernes a las 13 h., una caminata guiada se transforma en una aventura lúdica con bingo de biodiversidad, donde hay que encontrar plantas y animales mientras se aprende.
El avistaje de aves es otro clásico. Se realiza los martes y jueves a las 10 h., con guías especializados que brindan herramientas para reconocer aves locales, enseñar la diferencia entre especies y fomentar una observación respetuosa.
En una ciudad donde las pantallas muchas veces acaparan la atención, recuperar la capacidad de asombro ante el vuelo de una calandria o el canto de un zorzal es un acto revolucionario.
No sólo el Jardín Botánico se suma a este circuito verde. También las reservas ecológicas Lago Lugano y Ciudad Universitaria ofrecen experiencias gratuitas en entornos protegidos. Con entrada libre de martes a domingo, ambas permanecen cerradas en caso de lluvia.
En Lago Lugano, los visitantes pueden recorrer sus senderos de forma autoguiada con información disponible en códigos QR.
La biodiversidad de este pulmón del sur porteño sorprende por su variedad de especies vegetales y animales. La reserva cuenta con dos accesos: por Av. 27 de Febrero (Puente Olímpico) y Av. Escalada 4950.
Por su parte, la Reserva Ecológica Ciudad Universitaria – Costanera Norte no se queda atrás. Allí, los sábados a las 10 h. y los domingos a las 14 h. hay visitas guiadas que explican la historia de los ambientes protegidos, desde los pastizales ribereños hasta los humedales urbanos.
Y, como parte de su agenda, se brindan charlas sobre polinizadores (sábados 14 h. y domingos 10 h.) y conservación ambiental (sábados y domingos 16 h.).
Estas propuestas no solo entretienen: generan conciencia. En un contexto donde la crisis ambiental golpea con fuerza, educar desde la experiencia directa es clave.
No se trata de imponer discursos, sino de sembrar curiosidad. ¿Qué flores atraen a las mariposas? ¿Cómo distinguir una garza de un biguá? ¿Qué función cumplen los polinizadores? Cada respuesta genera nuevas preguntas.
También hay una dimensión emocional: muchos adultos vuelven a sorprenderse con las formas, texturas y sonidos del entorno. Y los más chicos encuentran un universo que escapa a la lógica del clic inmediato.
Como periodista, y también como ciudadana, me resulta conmovedor ver a las familias ocupar estos espacios con tanto entusiasmo.
El Jardín Botánico, las reservas y las propuestas gratuitas de la Ciudad funcionan como puentes entre generaciones, pero también entre el presente y un futuro más sustentable.
Es importante destacar que todo esto se mantiene gracias al compromiso de equipos especializados y a políticas públicas que entienden que el acceso a la naturaleza es un derecho. Que sea gratuito, accesible y de calidad, no es menor.
Cuando salimos del Jardín después de una tarde de juegos, caminatas y asombro, mi hija me dijo: “Mamá, ¿podemos volver mañana?”. Creo que esa frase resume todo.
Porque si logramos que las nuevas generaciones amen y respeten la naturaleza, habremos sembrado mucho más que un simple recuerdo.