
En un acto cargado de emoción y reconocimiento, la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires distinguió a Natalí Lilienthal, ingeniera informática del ITBA, por el desarrollo de “Tooly”, un robot que busca mejorar la calidad de vida de las personas mayores.
El dispositivo fue declarado de Interés para la Promoción de los Derechos de las Personas Mayores, y su creadora fue elogiada tanto por su visión tecnológica como por su sensibilidad humana.
«Estoy muy contenta de que este proyecto tenga visibilidad y se expanda», expresó Lilienthal durante la ceremonia celebrada en el Salón Presidente Perón. “Una de las problemáticas de la soledad en los adultos mayores es la pérdida de seres queridos o la disminución de las oportunidades sociales. Esto empezó siendo una tesis de grado inspirada por mis abuelos”, agregó, visiblemente emocionada.
El evento fue impulsado por la diputada Graciela Ocaña, vicepresidenta tercera del cuerpo legislativo, junto con los diputados María Sol Méndez y Sebastián Nagata como coautores del proyecto.
El reconocimiento a Lilienthal no solo resalta el valor de la innovación tecnológica aplicada al bienestar social, sino que también subraya la necesidad de diseñar políticas públicas que abracen la intersección entre ciencia, salud y derechos humanos.
En un país con una población cada vez más envejecida, la aparición de dispositivos como Tooly no solo resulta oportuna, sino también urgente.
¿Qué es Tooly y por qué marca un antes y un después?
Se trata de un robot social de asistencia diseñado específicamente para acompañar a personas mayores, promoviendo su estimulación cognitiva y brindando apoyo emocional.
Su sistema de inteligencia artificial le permite mantener diálogos fluidos con los usuarios, reconocer el tacto y activar alertas hacia familiares o cuidadores en caso de emergencia.
Además, cuenta con juegos interactivos pensados para personas con Alzheimer o demencia, lo que convierte a Tooly en una herramienta valiosa en contextos clínicos y de cuidado domiciliario.
“Tooly muestra cómo la tecnología, lejos de ser una enemiga para los adultos mayores, puede ser un puente intergeneracional”, sostuvo la diputada María Sol Méndez durante el acto. “Es muy alentador que estas ideas surjan desde los jóvenes y tengan una mirada tan humana y solidaria”.
La distinción no es solo un gesto simbólico. Pone en agenda el potencial de la inteligencia artificial aplicada a la salud y el acompañamiento, en un momento en que las cifras de soledad en la tercera edad resultan preocupantes.
Según un estudio del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA, más del 40% de los adultos mayores en el país se sienten solos con frecuencia, y un 25% afirma no tener con quién hablar cotidianamente. Tooly apunta directamente a ese vacío.
El desarrollo del robot fue realizado en el Instituto Tecnológico de Buenos Aires, una de las casas de estudio más prestigiosas del país en el ámbito de la ingeniería y la tecnología.
El proyecto ya ha cruzado fronteras: fue seleccionado para presentarse en el Congreso de Robótica y Sistemas Inteligentes de la Universidad de Alberta, en Canadá, lo que marca una proyección internacional para esta solución argentina.
Lilienthal, quien trabaja en el desarrollo de tecnologías accesibles, plantea un enfoque donde la robótica se pone al servicio de las personas. “El objetivo siempre fue construir algo útil, tangible, que realmente pueda mejorar la vida de alguien.
Si un abuelo se siente menos solo porque puede hablar con Tooly, ya valió la pena”, afirmó. La joven ingeniera considera que aún queda mucho por hacer, pero celebra los primeros pasos dados con este prototipo, que ya ha sido probado con éxito en experiencias piloto en residencias geriátricas y domicilios particulares.
Detrás de cada línea de código y sensor, Tooly guarda una historia de afecto: la de una nieta que quiso retribuir con conocimiento lo que aprendió de sus abuelos. “A veces la tecnología parece lejana, pero cuando se aplica con sentido, se transforma en algo profundamente humano”, concluyó Lilienthal.
Desde mi rol como cronista, fui testigo no solo de un acto de reconocimiento institucional, sino también del nacimiento de una nueva forma de pensar el cuidado en la vejez.
En un contexto donde la tecnología suele relacionarse con la frialdad o la automatización, Tooly propone lo contrario: usar la innovación para escuchar, acompañar y dar una mano donde más se necesita.
Quizás, sin saberlo, este robot encarna el futuro que necesitamos: uno donde el desarrollo científico esté atravesado por la empatía.
La asistencia que brinda un robot como Tooly en la vida de los adultos mayores representa un avance significativo en la forma en que abordamos el envejecimiento, especialmente en contextos urbanos donde la soledad y la falta de redes de apoyo son cada vez más comunes.
No se trata solamente de un aparato con tecnología avanzada: Tooly es una herramienta que busca preservar la autonomía, el bienestar emocional y la salud cognitiva de quienes están en una etapa de la vida muchas veces olvidada por las políticas públicas y las innovaciones del mercado.
Uno de los aportes más valiosos de Tooly es su capacidad de estimular cognitivamente al usuario mediante juegos interactivos diseñados para mantener activas funciones como la memoria, la atención y el lenguaje.
Esta clase de ejercicios es clave para ralentizar el avance de enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer o distintos tipos de demencia.
Además, el simple hecho de poder entablar una conversación, aunque sea con un asistente virtual, ayuda a disminuir los niveles de angustia, ansiedad y depresión, emociones muy presentes en la vejez cuando existe aislamiento.
La interacción táctil y la posibilidad de enviar alertas a cuidadores o familiares en caso de que la persona requiera ayuda convierten a Tooly en una especie de puente entre el adulto mayor y su entorno.
En muchos casos, los familiares viven lejos, no tienen tiempo o los recursos para asistir diariamente a sus seres queridos. Aquí es donde un robot como Tooly no reemplaza, pero sí complementa, el acompañamiento humano. Aporta tranquilidad tanto al usuario como a su círculo cercano.
Y no menos importante: este tipo de tecnologías refuerzan la autoestima del adulto mayor, al permitirle mantenerse activo y vinculado.
En lugar de sentirse una carga, la persona experimenta una relación de confianza con una herramienta diseñada para ella, lo cual favorece su independencia.
En países como Japón, donde ya se utilizan este tipo de dispositivos a gran escala, los resultados han sido positivos, con mejoras en indicadores de calidad de vida.
Finalmente, hay un mensaje simbólico muy potente: que la tecnología piense en los adultos mayores también es una forma de incluirlos en el futuro.
Rompe con la idea de que el desarrollo tecnológico solo está pensado para los jóvenes y pone a la vejez en el centro de las soluciones, no de los problemas.